lunes, 26 de abril de 2010

JUICIO A LOS MUERTOS

El enjuiciamiento del Juez Garzón, esta menoscabando seriamente la credibilidad de la justicia y por ende, está haciendo mella en la credibilidad de todo el sistema. No por el hecho de que se esté juzgando a un juez, que no tendría nada de excepcional en un estado de derecho como el nuestro, sino por el tremendo significado que tiene que lo lleven al banquillo quienes tienen que responder por los crímenes que Garzón investiga.
El proceso contra el juez de la Audiencia Nacional, además, ha puesto de manifiesto que la justicia española precisa de una reconversión que otras administraciones del Estado ya sufrieron hace décadas y también de una renovación inmediata de quienes ocupan sus más altas instancias. Es preciso afrontar una reforma de la justicia que entre otros aspectos garantice la igualdad de condiciones en el acceso a la Judicatura, para que no solo opten a dichos puestos las clases más pudientes, en general conservadoras. Y es que no todo el mundo puede con los costes que suponen los años de preparación para opositar a jueces o notarios, produciéndose así una apropiación de clase en donde no debería existir la mínima sospecha de vinculación ideológica o de ningún tipo.
Este singular enjuiciamiento ha servido también, para dar aire a quienes mantienen que la transición española no cerró convenientemente el episodio de la vergonzosa y terrible exterminación de los vencidos de la Guerra Civil.
Estoy de acuerdo en que el borrón y cuenta nueva con que se pasó de la dictadura a la democracia, significa un agravio para la memoria de quienes murieron a manos de los verdugos fascistas, para quienes sufrieron tortura, cárcel o exilio o para sus familiares. Pero pongo en duda el razonamiento de quienes piensan que el final de la década de 1970 ofrecía las condiciones necesarias para emprender esa imperiosa reparación.
Con la visión que dan casi treinta y dos años de libertad y normalidad constitucional, en la actualidad es más que evidente que la asignatura pendiente de nuestro proceso de transición a la democracia es el reconocimiento de que los que perdieron la guerra tenían razón. Cuando se hace la Ley de Memoria Histórica, también están pendientes el reconocimiento oficial a las víctimas, la reparación de su dignidad, la anulación de los procesos y juicios y como no, la recuperación de los cadáveres que llenan multitud de fosas diseminadas por nuestra geografía esperando a ser descubiertos y exhumados para descanso de familias y conocimiento y recuerdo de una verdad aterradora y no tan lejana.
En cuanto al momento, surge la duda: ¿habría sido posible la rápida normalización democrática que experimentó España y que impresionó en Europa, si se hubiera hecho la transición de otra forma? ¿habría sido posible en un contexto político menos estable, el rápido avance que se produjo en el país y que supuso la mayor y más veloz transformación social y económica que hemos vivido los españoles?
Ahora vemos con claridad los defectos de la transición, que los tuvo; pero me gustaría ver a alguno de los muchos exégetas de nuestra historia reciente -que estos días brotan con profusión de micosis- cómo habrían interpretado aquel contexto político y cómo se hubieran desenvuelto entre el miedo, la incertidumbre y el acecho de los militares, prestos a sacar los tanques a la calle como pudo constatarse en 1981. La realidad en aquellos días era muy distinta de la actual; no se puede obviar esto en el análisis de la transición sin cometer un error de bulto.
Por otra parte, estoy absolutamente convencido de que los gobiernos de Aznar son la causa directa del advenimiento de este neofascismo que profesan colectivos como los que han llevado a Baltasar Garzón ante el Supremo. Sobre todo la segunda legislatura, la de la mayoría absoluta, que supuso un desastre para la democracia solo comparable al bienio negro de la II República.
En este periodo se sientan las bases de una España nuevamente dividida entre los que están en posesión de la razón absoluta y los enemigos del orden, que éramos todos los demás. En esa época fragua también una visión de la historia reciente de España sesgada con un peligrosísimo relativismo de la mano de los poderosos grupos mediáticos y editoriales de la derecha que en algunos casos ha derivado en el más deleznable revisionismo gracias a autores como Pio Moa, De La Cierva o García de Cortázar.
Ese revisionismo despreciable ha llegado a materializarse negligentemente en discurso político y ha llegado más lejos de lo que es permisible. En la mismísima Asamblea de Madrid, se ha podido escuchar a la Presidenta de la Comunidad esta semana justificando la negativa de su partido a condenar el franquismo con el argumento de que la guerra civil la comenzaron los revolucionarios de 1934 en Asturias o los asesinos de Calvo Sotelo. Son precisamente los argumentos falaces de quienes se sublevaron contra el Gobierno legítimo de la II Republica.
La desfachatez de la derecha y de sus dirigentes ya no se oculta porque durante años les hemos dejado afianzarse en el poder en distintos ámbitos y no hemos sabido reaccionar ante el resurgir de sus consignas neofascistas. Hemos hecho dejación de nuestra obligación moral de reivindicación de la memoria de los que fueron exiliados, torturados y asesinados; de la reparación de su dignidad y de la más firme condena de los verdugos, ejecutores del golpe de estado y de la brutal represión posterior a la guerra. Tergiversar, mentir y confundir; eso es lo que hacen. Lo que sea con tal de que la derecha no resulte identificada con su terrible pasado fascista durante la dictadura de Franco.
No escribo esto con la intención de adular a Garzón. No es oro todo lo que reluce en el cursus honorum del Magistrado. Muchos socialistas hemos mirado un tiempo a la Audiencia Nacional con desconfianza y resentimiento. En el contexto de la transición del último gobierno socialista de Felipe González al primero del PP, encontramos también a Baltasar Garzón; parte activa en el acoso a Felipe, por rencor o por lo que fuera. Pero allí estaba cuando sacó muy oportunamente del cajón -donde se pudría desde que el juez se pasó a la política- el sumario que llevó sin pruebas concluyentes a un ministro y a un secretario de estado a la cárcel. Era el tiempo, confuso para muchos, en que los media, convertidos en sindicato del crimen, se confabulaban con una oposición desesperada porque fracasaba una y otra vez en el intento de derrotar al PSOE. Aznar berreaba en el Congreso aquello del ¡Márchese, Sr. González!
Pero lo que está sucediendo ahora trasciende los sentimientos y las opiniones que se puedan tener acerca de Garzón, porque no se trata solo de su persona o su carrera judicial. La instrucción contra el magistrado por investigar los crímenes del franquismo tiene un valor que está por encima, incluso, del daño que su revanchismo contra Felipe pudiera haberle causado al PSOE o al propio Estado.
Con el sumario de los crímenes del franquismo, Garzón ha removido los sedimentos de una parte de la historia injustamente enterrada y oscurecida que era preciso desenterrar y esta pagando el precio por ello. Pero lo que me parece más importante es que cuando Baltasar Garzón se siente en el banquillo, no se sentará solo. Se sentarán con él la memoria de cientos de miles de republicanos, demócratas represaliados, asesinados y desaparecidos. Todos ellos clamarán entonces, no solo sobre la conciencia de sus verdugos –acaso carecieran de ésta- clamarán sobre la conciencia de la sociedad española, de la opinión pública actual. Y con su clamor nos llamarán a la movilización porque los mismos que les asesinaron, ahora les sientan en el banquillo para condenarles al olvido, para ejecutarles de nuevo asesinando su memoria e imposibilitando así su resarcimiento, la restitución de su dignidad, usurpada por la intransigencia, la violencia y la ignominia de aquellos miserables golpistas de 1936 y eso no lo podemos permitir. No podemos, al menos, permanecer impasibles ante esta farsa.

miércoles, 7 de abril de 2010

LOS PROBLEMAS DEL PP DE ALPEDRETE

En todos lados cuecen habas y el PP no es una excepción. Tras la imagen monolítica del corporativismo ventajista que gastan los clones de la calle Génova, se esconde una verdad tan natural para el común de los mortales, como peligrosa para quien se esfuerza en convencer con la foto de tropa scout alegre y marcial que nos meten en casa al mínimo descuido por los canales reaccionarios de la TDT.
Pero nada de felicidad plena, nada más lejos de la realidad; no hay más que ver los pellizcos en la mejilla y las miradas hipócritas que se obsequian la sardina (la de las coplillas carnavalescas, ¿eh?) y el hijo p… mientras se hinchan a patadas por debajo de la mesa cuando algún desconsiderado toca imprudentemente el tema Caja Madrid...
En Alpedrete el Partido Popular era una carcajada cuando tuvo que dimitir, forzado por las circunstancias, el anterior Secretario General del PSOE local y según cuentan por ahí, en los maitines se despachaban entre el júbilo y la euforia entorno a la pantalla del ordenador con los chascarrillos de los foros de Internet. Y es que en la balsa de aceite del PP estas cosas no pasan.
Pero ahora resulta que pintan bastos también en la sede de Real, 14 de Alpedrete.
La inhibición –ignoramos si forzosa- del Sr. Tomás Carrión, Concejal de Urbanismo, para votar en lo tocante al Plan General, ha complicado de tal modo las cosas para el Equipo de Gobierno, que parecen zozobrar por momentos, cuando lo tenían todo de cara una vez más.
Que había ya antes de esto problemas internos en el PP Alpedreteño, lo intuíamos muchos y muchas; que se había desatado la batalla por la deseada sucesión de la Alcaldesa, era un grito apenas ahogado por la ley del silencio imperante; pero ahora ya no se puede disimular. Hay disensiones internas y graves.
Y si no, que alguien versado en esta incierta materia conteste estas preguntas: Si el Partido Popular de Alpedrete tiene mayoría absoluta, ¿por qué no la hace valer y aprueba el Plan General de una vez por todas? Si el Concejal de Urbanismo no incurrió en incompatibilidad ni ilegalidad ninguna como él sostiene, ¿por qué se ha inhibido? Si la inhibición es inevitable en tanto que hay irregularidades, ¿porqué no dimite y da paso al siguiente en la lista, volviendo así el PP a recuperar la mayoría absoluta y de paso saneando la imagen pública del partido?
Ya sé que alguien querrá contestar y tendrá tiempo de hacerlo, pero vaya como adelanto mi modesta opinión:
El Concejal de Urbanismo no quiere dimitir. Al PP de Alpedrete no le conviene, electoralmente hablando, que el Concejal de Urbanismo dimita salpicado por la corrupción urbanística a un año de las elecciones; las disensiones entre los partidarios de sanear y que corra la lista y los que se la van a jugar con tal de no admitir que ha habido irregularidades, están llevando las cosas demasiado lejos y lo que es peor –para ellos- está poniendo a los constructores -y a los supuestos compradores que según se dice por ahí, ya han adelantado su dinero- al borde de un ataque de nervios, porque entre dimes y diretes el Plan General no sale, es más, se tambalea. ¡Madre! Con lo que llevamos invertido.
Así que hay que buscar otra solución. Y la solución que han encontrado no es otra que la de pactar con la oposición para sortear el problema del Concejal de Urbanismo y salvar de paso el controvertido PGOU.
Acabáramos. Hasta ahora la oposición era ignorada, ninguneada y vapuleada pleno tras pleno con menoscabo y chirigota por los nueve votos mayoritarios del consistorio y si te he visto no me acuerdo. Reglamento mordaza, prepotencia, desprecio… Hasta un ingenioso reloj con gong que manejan los propios concejales del equipo de gobierno para medir las intervenciones, más propio de un pasapalabra, que de un pleno municipal. La intransigencia de quienes gobiernan Alpedrete llegó a tal extremo que llegaron a estar los pobres concejales de la oposición en la calle porque les privaron de las dependencias municipales que para bien o para mal les correspondían. Quien más y quien menos se acordará de aquel despacho improvisado en los soportales de la fachada del Ayuntamiento
Ahora sin embargo, hay que verlo. Nervios y reuniones para conseguir un acuerdo, mano izquierda y negociación a cargo de los mas dialogantes y sensatos (como el tristemente desaparecido Carlos Gasca a cuyos familiares y allegados aprovecho para transmitir mi más sincero pésame).
Pero hasta ahí podríamos llegar. El PP de Alpedrete tiene problemas y son problemas graves. Entre disensiones internas y oscurantismos, el PGOU en dique seco y vaya usted a saber si un buen montón de compromisos que no se van a poder cumplir.
El dilema no es baladí. Si el PGOU no se aprueba en este mandato, el PP no renovará su mayoría Absoluta. Si dimite el Sr. Carrión y corre la lista lo podrán aprobar, pero tampoco tendrían fácil la victoria con una dimisión por corrupción casi en campaña electoral.
Ellos lo saben y harán todo lo que puedan para aprobarlo con el menor daño posible. Por eso ahora de repente y ante la necesidad, han descubierto que la oposición sirve para algo. Y así es, pero desde luego no para lo que ellos la quieren, para que sean los que aporten los votos que les falten y les saquen las castañas del fuego; de paso bendecir con un pacto todos los atropellos que conlleva este Plan General.
Hasta ahí podríamos llegar. Este problema lo han generado ellos con sus tejemanejes y por no saber separar la política y sus negocios; con su hipocresía y su soberbia. Que lo resuelvan ellos.
Que dimita el Concejal de Urbanismo, que corra la lista y que aprueben el PGOU, si tanto interés tienen en aprobarlo y si no que lo retiren y que diseñen uno nuevo en consenso con los partidos de la oposición y con los vecinos, que es como se debería haber hecho desde el principio. Uno en el que no primen los intereses de unos pocos y sí el interés general.
Y en cualquiera de los dos casos que asuman su responsabilidad y las consecuencias de sus actos.
Desde luego los concejales de la oposición no pueden ser los que le arreglen los problemas internos al PP ni quienes le saquen adelante sus chanchullos. Si lo hicieran le estarían ofreciendo una vez más al PP la mayoría absoluta y por tanto el gobierno de Alpedrete, además de ponerse a su altura en un asunto en el que la moral, la ética y la responsabilidad del buen gobierno, han sido atropellados y pisoteados.
Para eso ni nos presentamos a las elecciones. Hacemos campaña por Mª del Sol Casado directamente y a otra cosa.