lunes, 30 de junio de 2008

La política, Dios y Mª Sol Casado




La iglesia católica jamás concederá al hombre su derecho a la dignidad en el proceso de la muerte -aunque esta concesión por fortuna no afecte legalmente ni siquiera a los creyentes más adeptos- y por tanto no reconocerá nunca su derecho a poner fin a su vida en el momento en que lo considere oportuno, porque reconocer este derecho al hombre implicaría retirárselo a Dios, negando así, con los hechos, que solo Él tenga la capacidad de decidir quien vive o quien muere e implicaría también que sus ministros en la tierra perderían el gran beneficio que les supone administrar tan excelso poder.
No están los tiempos para hacer concesiones de ese tipo para el catolicismo español que ve en la constante evolución de nuestra sociedad, una merma progresiva de su poder sobre almas y mentes y una disminución constante de afluencia a la parroquia, por no hablar de la creciente sequía de vocaciones a vestir hábitos y sotanas.
La iglesia católica no deja de entrometerse en la política porque se resiste a perder un papel protagonista que afortunadamente las leyes ya no le confieren y para ello se agarra como puede al clavo ardiente de la interpretación subjetiva e interesada de cierto título de nuestra Constitución que le parece permitir privilegios que en el nivel actual de desarrollo civil y cultural de nuestro país no son si no un anacronismo tan estrambótico como perjudicial para la salud política y social del mismo.
La Junta de Andalucía, pionera en muchas cosas, da un paso decisivo hacia el objetivo de establecer legalmente un catálogo de derechos del paciente y obligaciones del médico, que pese a estar reconocidos ya en la Ley de Autonomía del Paciente, nunca se han desarrollado específicamente por las autonomías ni por el propio Estado, dando lugar a situaciones equívocas y bochornosas como el caso del hospital Severo Ochoa de Leganés y las sedaciones irregulares que no lo eran, como ya ha dictaminado la justicia, para bien de profesión y usuarios.
Con esta Ley autonómica, el Gobierno de Chaves, no solo viene a cubrir un vacío legal que no podía estar vacío por mucho más tiempo, viene también a recordarnos que los gobiernos de izquierdas son necesarios si se quiere seguir avanzando en derechos y ofreciendo calidad en los servicios de las instituciones públicas. Y que es necesario regular legalmente el derecho a morir, para vivir más dignamente.
Es ya un grito multitudinario en España, que una amplia mayoría de ciudadanos expresan su respeto hacia todas las confesiones religiosas pero reivindican un estado totalmente laico y aconfesional donde la religión no condicione las libertades, ni participe de la política ni de las decisiones que conciernen a derechos cívicos, ni se inmiscuya en la enseñanza, para que ésta sea científica y de calidad. Y mientras en Andalucía y en otras comunidades autónomas se avanza en este terreno, en la Comunidad de Madrid, se retrocede.
En las comisiones de ética los hospitales madrileños, se ha regulado por Ley la participación de religiosos en la toma de decisiones –en lo que sin duda supone una aberración del estado de derecho por omisión de la separación de poderes que promulga la constitución de 1978- Se plantean sin rubor objeciones de conciencia –que no lo son al carecer de valor jurídico- a la asignatura de Educación para la ciudadanía, haciendo descaradamente un llamamiento a la rebeldía contra el Gobierno de España y sus atribuciones impropio de una administración pública democrática.
En Alpedrete, que probablemente es la sucursal más reaccionaria del nacional catolicismo neoliberal de Esperanza Aguirre, las pasadas fiestas nos han dejado impresa en la memoria, la imagen de la Alcaldesa y de tres concejales sustentando el palio bajo el que desfilaba en procesión la curia católica con todo su boato. Este es un claro esbozo de la idea de la política que tienen los dirigentes del PP local, que carecen de pudor alguno al plasmar con los hechos la sumisión del poder civil, representado por la Corporación Municipal, al poder eclesiástico.
Es intolerable que a estas alturas, los ciudadanos tengamos que soportar que esto sea así. El poder político, legítimamente emanado del pueblo y renovado cada cuatro años, no puede someterse a ninguna otra autoridad que a la de las urnas y por supuesto a la del poder judicial, al que, por cierto, nuestra alcaldesa tiene alguna dificultad para someterse, retrasando -por prurito personal- la ejecución de ciertas sentencias judiciales, en lo que sin duda es la demostración más palpable de que estamos más cerca de los modos y las costumbres de la dictadura militar que de las que son propias de nuestro estado de derecho.
Dos mayorías absolutas han propiciado que Mª Sol Casado piense que puede hacer lo que le venga en gana con la representación popular que ostenta y no duda en hacerlo sin el menor rubor, aunque tenga que someter el poder que representa a una confesión religiosa a la que ella pertenece pero a la que no pertenecen muchos otros ciudadanos del municipio, que naturalmente merecen el mismo respeto que los católicos y que ella misma. Éstos también tienen derecho a verse representados por la máxima autoridad local y por eso es que la Alcaldesa, en el ejercicio de sus funciones debería abstenerse de participar en cultos religiosos, mostrando un comportamiento laico que es exigible a los políticos en todos los estamentos de la Administración.
Cada uno puede hacer lo que le venga en gana a título personal, creer en lo que quiera y manifestarlo así cuando y como le apetezca, pero cuando uno representa a los ciudadanos ha de representarlos a todos y no solo a los que piensan como él.
Es el momento de exigir que los políticos cumplan con nuestra Carta Magna y actúen como representantes del poder que ostentan, dejando de jurar cargos frente a un crucifijo, dejando de participar en funerales religiosos de estado o dejando de hacer ostentación en cualquier acto público de su condición de adeptos, sea cual sea su religión. Solo así conseguiremos profundizar en la verdadera igualdad de todos y cada uno quedará donde le corresponde. Al César lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios.

jueves, 5 de junio de 2008

Sobre la violencia y la política municipal

Dejando de un lado la controversia sobre quien organiza o no las algaradas de violencia callejera a que se hace mención en diversos comentarios y tendiendo en cuenta que el fenómeno de la violencia es preocupante en tanto en cuanto lleva implícita la semilla aletargada de desórdenes pretéritos que creímos por algún tiempo superados; teniendo en cuenta, además, la máxima de que la violencia es violencia siempre y es denostable tenga el color que tenga, parece que la única realidad inapelable es que en un estado de derecho como el nuestro, que aporta toda clase de garantías e igualdades, el diálogo y el acuerdo son las únicas vías que parecen llevarnos al verdadero progreso de las ideas, las leyes y los espacios comunes de convivencia.
Entonces, si nuestro sistema político posee las claves para el entendimiento y la coexistencia pacífica mediante la confrontación democrática de las ideas ¿Qué razones son las que llevan a una persona a comportarse violentamente? ¿Existen motivos reales y demostrables que sitúen alguna creencia o ideología fuera del marco del sistema establecido, precisando de un comportamiento violento para su defensa o patrocinio? Sinceramente creo que no, pero la respuesta profunda y meditada de ambas cuestiones exigiría más un estudio y unas reflexiones que por su extensión exceden con mucho la intención de estas líneas.
Lo que parece claro es que, cuando brota la violencia tal como la estamos viendo aquí, a menudo es necesaria la confluencia de diversos factores, como son, la existencia de colectivos sociales inadaptados, en riesgo de exclusión social o con un perfil sociocultural bajo en primer lugar y un detonante, que muchas veces es la rivalidad en el deporte de masas, el alcohol o las diferencias territoriales.
No creo que el problema tenga una solución definitiva fácil, pero se puede erradicar o por lo menos mitigar hasta convertirlo en algo tan residual que parezca anecdótico. Estoy convencido, empero, de que el problema de estos brotes violentos tampoco ha de adquirir una dimensión social que no le corresponde en el seno de una sociedad madura en democracia como la nuestra y mayoritariamente pacifista. Más bien creo que los primeros colectivos interesados en que aparezca como un problema social de primer orden son, por un lado, los propios violentos y por otro, los políticos populistas que se aprovechan de la coyuntura para esgrimir argumentos de coerción social que conllevan a menudo la merma de las libertades públicas y la sustitución de la política de integración social por medidas de represión policial, que no conducen a la solución de los conflictos.
Esto no quiere decir que haya que ignorar estos brotes de violencia ni negar su existencia, como se ha hecho desde determinados sectores de la política, con intenciones dudosas o subrepticias. Es más, está en el ámbito de la política y en las competencias de quienes la ejecutan escoger el rumbo adecuado de las acciones que se tomen desde la administración para la resolución de este problema.
En el caso concreto de Alpedrete, tenemos graves carencias de articulación social, a falta de un tejido asociativo que dé cauce natural a la participación de los ciudadanos en el diseño de las acciones políticas de las que van a ser objeto. Con la intención de tener a la ciudadanía dividida y desorganizada y aligerarse del efecto corrector que sobre la política tiene la presión asociativa, se ha prescindido por completo de ese tejido y no se ha procurado su fomento, cuando no se ha obstaculizado su regeneración. Tengo, no obstante, que reconocer como ejercicio autocrítico, que la desorientación de una izquierda en la oposición que no ha sabido aún encontrarse a si misma tras un breve ensayo al frente del gobierno municipal y su consecuente desarticulación como alternativa clara ante los ciudadanos, ha contribuido a que el gobierno mayoritario del PP en el Ayuntamiento no haya encontrado obstáculo alguno para llevar a cabo sus actividades, haciendo de éstas un compendio de atropellos que en la mayoría de los casos quedan impunes, exceptuando aquellos –que los hay- en que han mediado sentencias judiciales, que no obstante han salido caras al bolsillo del contribuyente.
Si a esto sumamos la práctica inexistencia de política social, el desconcierto del consistorio en política cultural y de servicios y la falta de voluntad –o la incapacidad total- por llegar a las razones que están en la génesis de los problemas, tendremos el espacio adecuado para la aparición de las conductas violentas en un entorno en el que no se dinamizan los colectivos sociales ni se ofrecen alternativas de ocio al consumo de alcohol ni se diseñan actividades de integración o dinamización social.
Durante las pasadas fiestas patronales, los jóvenes del municipio no tuvieron mucho donde escoger: discoteca, toros o misas, en lo que sin duda supone la manifestación mas retrógrada posible de la España cañí que se pueda tolerar a cargo del erario público. ¿Hay alguien que, estando en su sano juicio, no comprenda el aburrimiento mortal de una juventud que se ve abocada de este modo a encerrarse en las peñas a beber alcohol, en algunos casos sin medida?
Tampoco es difícil situar los brotes de violencia acaecidos en un entorno semejante. No acuso al consistorio del fenómeno de la violencia en si, pero creo estar en lo cierto cuando apunto a la dejadez de los munícipes en cuestiones de juventud y de participación ciudadana como elemento potenciador del fenómeno. Incluso diría que se advierte una sutil forma de connivencia del equipo de gobierno con los violentos cuando, por omisión en sus obligaciones, en el reconocimiento del fenómeno en si, se facilita la impunidad de sus fechorías.
Es necesario, en primer lugar, para resolver un problema, reconocer que se tiene ese problema y después es necesario tener voluntad de resolverlo y, por supuesto, la capacidad de hacerlo. No veo ninguna de estas premisas en la actitud del equipo de gobierno del Partido Popular de Alpedrete. No veo más que un enrocamiento en una actitud obstinada de negación de los problemas con la machacona consigna de que “todo va bien, todo se está haciendo bien” cuando no se hace nada.
Y probablemente no se puede hacer nada más porque este gobierno municipal está hipotecado para todo su mandato gracias a una política presupuestaria neo conservadora que haría sonrojar al propio Keynes y que ha colocado la situación económica del municipio al borde del desastre. Con esta situación no debería sorprender que problemas como el de la violencia se hayan instalado aquí. Yo creo que con este equipo de gobierno lo peor está por venir.

martes, 3 de junio de 2008

Barcos, dólares y moribundos

He leído en un periódico gallego que un ricachón madrileño se va a dar el capricho de obtener un yate de superlujo a partir de un atunero y que la gracia, diseñada por un estudio arquitectónico naval coruñés, le va a salir al sibarita por 30 millones de euros. No se que clase de persona hay que ser para amasar una fortuna semejante que te permita derrochar así todo ese dinero, pero de una cosa estoy seguro; para gastárselo en chorradas como ésa hay que tener muy poca vergüenza.
Hoy se ha inaugurado la cumbre de la FAO, donde hemos podido constatar que si nadie lo remedia, debido al encarecimiento de los alimentos y la crisis mundial, 800 millones de personas morirán de hambre en el mundo. Si, una cifra escandalosa.
Pero que nadie se asuste, que la cosa tiene solución: solo hace falta reunir 1.500 millones de dólares y caso resuelto.
Es una cantidad de dinero que puede resultar enorme para quien como el común de los mortales, depende económicamente de una mensualidad que parece tan ridícula ante tanto dólar junto como una chalupa al lado de los 70 metros de eslora del atunero reconvertido del opulento madrileño.
Pero la cifra no es tan grande si pensamos que, por ejmplo, los EEUU se gastan eso y más cada día que pasa de guerra en IRAK. Otro ejemplo de cómo hacer del gasto, una inmoralidad.
Yo no tengo nada en contra de quienes tienen tanto dinero, aunque confieso que me asaltan muchas dudas y algunas cuestiones morales importantes cuando de vez en cuando me entero en qué se lo gastan algunos.
Supongo que habrá muchos a los que todo esto les parecerá la típica monserga y pasarán olímpicamente del tema porque en nuestro país no convivimos con la miseria como lo hacen los que malviven donde los niños se mueren de hambre por las calles. Y ojos que no ven, corazón que no siente.
Estoy convencido, por último, que el bon vivant madrileño que va a invertir en tan inútil "reconversión naval" –como el resto de ricachones derrochadores y opulentos- no lee los periódicos, ni la televisión ni escucha la radio y estoy convencido también de que no tiene hijos. Prefiero pensar eso y no tener que calificarle, por que si hubiera visto el telediario, hoy, habría escuchado decir a uno de los líderes mundiales reunidos en Roma, que en los países del tercer mundo afectados por la crisis de los cereales, hay bebés que con suerte solo toman una o dos papillas al día, los días que les llega ayuda, cuando tienen algo que comer. Y no creo que nadie decente tire el dinero mientras ve el cuerpo famélico y desnutrido de un niño moribundo de hambre y miseria.
Yo no se a los demás, pero a mi, se me caería la cara de vergüenza.